martes, 25 de junio de 2013

El equipaje

A medida que se aproxima el día de la partida, se agolpan en mi cabeza las cosas que tengo que hacer antes de emprender mi viaje. Una de ellas es, sin duda, el equipaje.
La necesidad de agrupar en una maleta todo lo necesario suscita no pocas reflexiones acerca de qué cosas son importantes y qué otras no lo son. Vamos acumulando tantos objetos a lo largo de la vida que, a veces, llegamos a pensar que son necesarios y que no podemos vivir sin ellos. Cuando llega un momento como el de ahora compruebo algo que ya intuía pero que en estas circunstancias se hace más evidente que nunca: hay dos clases de equipaje: el de lo que tenemos y el de lo que somos. Entre lo que tenemos van: algunas prendas de vestir, esos objetos tecnológicos que nos sirven, entre otras cosas, para mantener el contacto con los que dejamos atrás y tomar imágenes de lo que vemos, algo de dinero, artículos de aseo, medicamentos (que me recuerdan lo vulnerables que podemos ser), documentación,...y no mucho más.
Pero en el equipaje de lo que somos la lista es mucho más larga; no llena nuestra maleta pero ocupa un lugar muy importante en nuestro corazón, en nuestro cerebro, en nuestra alma y también ¡como no! a nuestras espaldas.
¿Qué me llevo yo? La respuesta es compleja: llevo mezclados en distintas proporciones ilusiones, miedos, esperanza, nervios, serenidad, precaución, incertidumbre, generosidad, añoranza, entusiasmo, cautela, expectación,  valentía, creencias, ideales, escepticismo, convicciones, dudas, optimismo, alegría, tristeza,...
Al mirar hacia adelante no puedo (ni quiero) evitar ver lo que queda tras de mí: mis hijos, mis padres,  mis seres queridos, mis alumnos y amigos (que tanto y tanto cariño me habéis dado estos días). Pero vosotros también formáis parte de mi equipaje y venís conmigo en busca de mis sueños que serán también vuestros a través de este cuaderno de bitácora moderno donde podréis comprobar que viajo con la voluntad de ayudar y la necesidad de ser ayudada.

sábado, 15 de junio de 2013

El principio

"¿Cómo has llegado hasta aquí? y ¿Esto de qué más forma parte?"
Estas fueron las dos preguntas iniciales que, a modo de bienvenida, planteó el ponente en la primera parte del curso de formación de voluntarios al que asistí en abril sobre Cooperación internacional al Desarrollo.
A raíz de estas preguntas se desencadenó todo un proceso memorístico y de introspección  para encontrar en mi interior las razones por las que estaba allí, dispuesta a adentrarme en una experiencia como esta.
Desde pequeña siempre quise hacer algo así; cuando era niña una de mis lecturas favoritas eran las biografías de personajes célebres y los que más me fascinaban eran aquellos que, mirando hacia el horizonte, abandonaban la comodidad y la seguridad de sus hogares y se encaminaban a un encuentro intercultural movidos por la necesidad de conocer otras realidades, otros pueblos y vivir experiencias humanas enriquecedoras sin más equipaje que su corazón, sus manos y sus ganas de aprender.
En ocasiones las personas somos como ríos: transcurrimos por un cauce que difícilmente  podemos variar. A veces nuestro curso se acelera y no nos permite casi mirar hacia la orilla y disfrutar del paisaje, otras se ralentiza adormeciéndonos, otras nos detenemos en un remanso y algunas veces casi se estanca. Pero ocurre que, un día, ese río se permite el lujo de soñar que puede cambiar su cauce, detenerse en las orillas, recorrer tierras nuevas y lejanas y conocer, charlar, convivir, ayudar y ser ayudado por otras personas.
Somos quienes somos por muchas razones y, por mucho que nos empeñemos, tal vez no podamos conocer nunca la totalidad de ellas. Pero aunque no tengamos el poder de elegir o cambiar de dónde venimos, todavía podemos elegir adónde queremos ir y qué queremos hacer. Siempre podemos hacer cosas e intentar sentirnos bien con ellas y con nosotros mismos.
Me siento afortunada porque soy río y llevo en mí todas las cosas buenas que han ido conformando el curso de mi vida, todo lo recogido en el camino que me ha hecho crecer y avanzar. Y soy afortunada  porque me he permitido el lujo de tener un bonito sueño y Taller de Solidaridad me ha dado la oportunidad de llevarlo a cabo.