lunes, 29 de julio de 2013

Subida a las comunidades

A los pocos días de estar en Urcos tuve la suerte de conocer a Alfonso, un sacerdote jesuita que ha sido todo un descubrimiento y ayuda para mí. Las profesoras de religión fueron a visitarlo y le hablaron de mí porque él también es español, de modo que les dijo que quería conocerme. Una tarde salí a dar una vuelta, pregunté cómo podía encontrarlo y me dijeron dónde estaba su casa, así que me dirigí allá para hacerle una visita. Fue muy amable,  pasamos a una sala rodeada de ventanas desde donde se divisaban gran parte de las montañas (los apus) que protegen la localidad. Estuvimos charlando agradablemente y él fue quien me invitó a la boda quechua que ya habéis conocido.  
Una tarde lo encontré por casualidad cuando sacaba su todo terreno de su casa y me invitó a ir con él a Wasinchis. Por el camino me fue dando una clase de quechua. Wasi significa casa. Nokaiku es nosotros (los que estamos hablando, por ejemplo). Nokanchis significa nosotros (todos, sin restricciones), de modo de Wasinchis es la casa de todos. Es un proyecto de los jesuitas -que también están muy implicados en esta zona- para acoger a niños fuera de su horario escolar y apoyarlos con una biblioteca y algunas instalaciones más, entre las que me enseñó, con bastante orgullo, una cocina de leña típica de esta zona y un horno hecho con un bidón grande forrado de ladrillos, ejemplo de reciclaje y aprovechamiento de los escasos recursos.
Esa tarde me invitó a subir con él a las comunidades más altas y yo, por supuesto, acepté pues me brindaba una oportunidad excelente de ver algo que difícilmente podría haber visto de otra forma. El pasado día 23 fue el gran día. Salimos a las ocho de la mañana.
Por el camino, Alfonso (el padre Alfonso) me iba explicando con un encantador acento,  mezcla de español de Navarra y seseo peruano, todas las comunidades que él visita mientras ascendíamos sin parar por una “carretera” de montaña sin señalización ni quitamiedos, pero que se ofrecía a los ojos como un regalo de paisajes impresionantes. Nos íbamos encontrando pequeñas comunidades de pocas y dispersas casas de adobe y cada vez que veía a alguien paraba su Toyota, echaba el freno de mano,  bajaba la ventanilla y saludaba a esa persona por su nombre; todos le estrechaban la mano con una sonrisa y mucho afecto y miraban extrañados la mujer que iba con el padresito pero su extrañeza no les impedía saludarme a mí también con la misma sonrisa. Aunque su conocimiento del quechua es grande, a veces tenía que recurrir al intérprete que también viajaba con nosotros  y después de mantener una corta conversación seguíamos nuestro rumbo ascendente en un camino que zigzagueaba entre pequeños trozos de tierra cultivados en sitios imposibles, con arados “de pie”, como llaman aquí a esos arados primitivos que nosotros solíamos ver en nuestros libros cuando estudiábamos la prehistoria. En ese camino entre montañas llegamos a la bifurcación de dos valles, y seguimos ascendiendo camino de nuestra meta: la comunidad de Pfinay, a 4.200 metros de altitud.
Empezando la subida
Alfonso me señalaba determinadas partes de nuestro recorrido y, de vez en cuando distraía un poco la atención del volante, lo que me provocaba un cierto desasosiego. Me explicó que subía regularmente a las comunidades para  evitar que estas personas se sintieran completamente excluidas y para que supieran que eran importantes para él. Me contó cómo había subido muchas veces en bicicleta hasta que sus meniscos (que tienen 66 años) se habían quejado y había tenido que operarse, a lo que yo le añadí que demasiado buenos le habían salido pues subir a 4.200 metros en bicicleta (y bajar) era digno de mejor de los atletas.  De todas formas espera recuperarse para poder volver a subir, con su casco y su pantalón ciclista, su mochila a las espaldas -con los elementos litúrgicos que necesita para su misa- y un entusiasmo digno de admiración.

Carretera de subida
Yo iba mirándolo todo, en las montañas se veían pequeñas zonas de color ocre, que eran las parcelitas en las que cultivan papas o maíz. Como no tienen recursos para comprar abonos, dejan descansar la tierra cinco o sais años para volver a cultivarla, de manera que su modo de vida es absolutamente precario y de subsistencia.
Por el camino encontramos un rebaño de llamas pastando, eran las primeras que veía que no estaban puestas allí para que los turistas les hicieran fotos y no estaban preparadas para ello, así que cuando nos detuvimos un poco se fueron rápidamente (se siente, no hay fotos).

Alfonso me iba diciendo dónde estaban las comunidades pues el adobe de sus paredes y las ramas de sus tejados (de una hierba parecida a nuestro esparto) las mimetizaban con el terreno y no resultaba a veces fácil distinguirlas, y me recordaba a cada instante que los niños de todas ellas bajaban cada día a pie a Urpay, que era la comunidad más grande de la zona y donde él  también sufraga y dirige un comedor.
Me parecía increíble que los niños pudieran hacer todo ese camino a diario para ir al colegio, pero para corroborar sus palabras empezamos a encontrarnos a algunos de ellos que bajaban corriendo pues llegaban algo tarde. La bajada es “fácil” y rápida según me contaba pero la subida es algo muy distinto.

Las "heridas" que marcan el
lugar de los cultivos
La carretera es una herida serpenteante en la ladera de las montañas, suficiente apenas para un coche y Alfonso iba haciendo sonar su claxon para avisar que íbamos por allí, aunque afortunadamente sólo encontramos un vehículo en el trayecto. Muy pocas personas suben hasta allí y las que lo hacen suelen ir a pie.

La llegada a Phinay fue especial; de pronto, después una continua subida divisamos al fondo en una planicie unas pocas casas dispersas y una pequeña capilla más o menos en el centro; sólo dos personas parecía que esperaban en la puerta.
Alfonso aparcó el coche y los tres bajamos de él. La capilla estaba como a cuatrocientos metros y había que cruzar un pequeño riachuelo para llegar  saltando por unas piedras puestas; no fue difícil pero en tiempo de lluvias podía darse el caso de llegar hasta allí y no poder acceder a la capilla aunque Alfonso me señaló una zona más alta desde, como buen deportista, él saltaba cuando eso sucedía.
Aparcamiento
La capilla era una pequeña sala, con una mesita que hacía las veces de altar cubierta con una tela típica andina, una rudimentaria cruz de madera, dos sillas a cada lado y unas tablas pegadas a la pared que servían de bancos.
Mientras esperábamos (un señor tocaba un silbato para avisar de que iba a empezar la misa) di una vuelta por los alrededores; justo frente a la capilla había un rebaño de alpacas; son animales hoscos y huidizos aunque curiosos. Alfonso me retó a que tocara una de ellas porque se quedaban mirando pero en cuanto hacías un movimiento se alejaban rápidamente. En otra parte había una construcción curiosa; me estuvieron explicando que era el baño de las alpacas. Una vez al año, se reúnen allí todos los rebaños de los alrededores (más de mil quinientos animales), los dirigen a todos hacia un cercado y ahí los obligan a pasar por un canal con agua y productos para lavar y desinfectar la lana; mientras pasan por ese canal, los hombres empujan a las alpacas hacia abajo para obligarlas a meter la cabeza y limpiarse bien, después salen a otro cercado hasta que se secan; preparadas para el esquile.
Baño de las alpacas
Alrededor de esta construcción había motas de lana como si fueran los testimonios y los restos de una batalla, que visto el silencio y la soledad que allí se perciben, debe ser como una gran fiesta de sonidos, risas, voces, protestas de los animales, griterío de niños,…La única vegetación eran unas matas de hierbas marrones y algunos árboles pequeñitos(cuyo nombre en quechua fui incapaz de retener) que de lejos se parecían a nuestras encinas.
Rebaño de alpacas
"Secador" de alpacas y capilla al fondo
Al escuchar el silbato, una vecina con su poyera  roja
vino desde no se sabe dónde
















Pero empezó la misa; apenas diez personas estábamos presentes; unas mujeres habían llegado envueltas en sus mantas, con la cara tapada, de modo que solo se veían sus ojos y su pelo trenzado. Y sus pies desnudos, calzados con las “ojotas” que son unas sandalias hechas de caucho como los neumáticos pues es lo único que soporta el trasiego por estos caminos y los largos recorridos a pie que tienen que hacer todas las personas que viven en estas comunidades: niños, jóvenes, adultos o ancianos, todos las calzan sin calcetines, con los pies desnudos y curtidos en los caminos.
La misa en quechua, el catequista que siempre lo acompaña a las comunidades es quien explica y lee y dirige las canciones y, como me había dado un papel con la letra, aunque no sé quechua, sé leer y le pongo voluntad, de modo que yo también intenté acompañar aquel coro de voces tan especial.
Nada de cambios de posición como en la misa habitual; sentados todo el tiempo, excepto en el momento de la paz, en que todos se saludan con un abrazo. Y la puerta abierta, con el frío de los cuatro mil doscientos metros colándose hasta el último rincón y la última fibra.
Mirando hacia el horizonte
(El Ausangate al fondo)
¡Qué pobreza tan extrema! Allí ya no se cultiva casi nada; sólo algunas papitas pero que cada año tienen el riesgo de helarse dentro de la tierra y algo de maíz que corre la misma suerte. Viven de sus alpacas y poco más. ¿Cómo se calientan? Esa fue mi ingenua pregunta. “De ninguna forma”. No hay leña para encender fuego, no hay combustible que llegue hasta allí; guardan y secan los excrementos de las alpacas (que son parecidos a los de las ovejas, así de pequeños) y los usan para encender una rudimentaria cocina para calentar agua, cocer alguna papa y hacer una sopa o una infusión ligera que es lo único que los niños toman antes de bajar al colegio. Por eso es tan importante y vital la función de los comedores escolares.
Cuando me despedí de aquellas personas y subí al coche, me pareció que había hecho un viaje en el tiempo, pero ellos también viven en el año 2013, como nosotros, aunque resulte increíble y dolorosamente cierto.

Y emprendimos la bajada de vuelta a "la civilización".



Pequeños cultivos en pendiente
Y esto ya fue...definitivo

miércoles, 24 de julio de 2013

Mercado de Combapata

Desde Checacupe salimos el domingo hacia el mercado de Combapata. Nos fuimos, evidentemente en otro colectivo; esta vez era una especie de furgoneta. Estos colectivos están aparcados en la plaza principal y no salen hasta que el conductor considera que está llena y que el viaje se va a amortizar. Una vez montados, conté 20 personas, afortunadamente dos o tres eran niños y ocupaban poco espacio. Esta vez no me tocó ir "paradita"; y comprobé que las personas que vamos sentadas también cumplimos nuestra misión pues rellenamos los huecos para que los que van de pie no puedan caerse.
Combapata está cerca, de modo que el viaje no duró más de 15 minutos y se agradece el hecho de que aquí haga frío  cuando se trata de viajar en un receptáculo tan pequeño tantas personas. Además la ida es muy fácil pues las compras se hacen allí de modo que, es a la vuelta cuando tu compañero de asiento puede llevar medio envuelto en un fardo de ropa desde un gallo a un cordero.
Plaza principal


Interior de la iglesia











A este mercado acuden más campesinos que al de Urcos. Para ellos es un día de fiesta, así que visten sus mejores ropajes y se deleitan en los restaurantes móviles que se instalan bajo carpas de tela azul; ahí hacen la mejor comida de la semana sin duda. Su alimentación diaria es a base de papitas, maíz, arroz,...y en este mercado hay toda clase de carnes fritas en enormes sartenes. Y si algo he comprobado en los mercados es que a los peruanos les gusta mucho comer.
Todos los días hay en la plaza muchos puestecitos vendiendo comida, dulces, panes, gelatinas, maíz tostado, y un montón de alimentos más que aún no consigo identificar.
La variedad de productos en este mercado es impresionante; aquí tenéis algunas fotos aunque esta vez ni las imágenes hacen honor a lo que allí había pero prometo seguir con el capítulo de mercados en otra ocasión

Hierbas aromáticas

La variedad de patatas es impresionante
Todo se aprovecha


El niño feliz con su juguete
Muchos niños trabajan para ayudar a sus padres, a veces
cuando llegan al colegio ya han estado en el campo
Todo lo comprado
se lleva a la espalda
Con unas indicaciones tan claras
¡Imposible perderse!

Una paradita para ver la tele




Y por hoy nos preparamos para volver a casa
 ¡¡¡Hasta lueguito!!!

martes, 23 de julio de 2013

Amaneciendo en Checacupe

Cuando llevaba recorrido parte del camino por unas oscuras calles vi acercarse una silueta familiar: la de Ana María, que había salido a recibirme, de modo que pude relajarme por primera vez en unas horas al sentirme de nuevo amparada.
Apu don Juán protegiendo Checacupe (la casa en primer plano
rodeada de un muro es donde viviré las próximas semanas)
De noche no es la mejor forma de llegar a un sitio porque nuestras emociones y nuestros pensamientos tienden a ser negativos, pero la acogida de Liliana y de Ana María disiparon las extrañas sensaciones que me habían asaltado en el "colectivo", ese autobús abarrotado (digámoslo de una forma más moderna: con "overbooking") en el que había llegado.
.
Plaza principal con el Apu Maimalla al fondo
Checacupe está rodeado de montañas -no podía ser de otra forma- y entá enclavado a orillas de los ríos Pitumarca y Vilcanota. Gracias a Liliana que muestra conmigo una paciencia infinita y contesta a todas las preguntas que le hago, he aprendido que las poblaciones se asientan al pie de los Apus, que son las montañas protectoras del pueblo y sus habitantes, de modo que cada vez que se va a realizar una celebración o se va a edificar una casa u otra ceremonia importante, se invoca a los apus. Pues bien, esta población está protegida por el Apu Maimalla y por el Apu don Juan (y algo de razón deben tener porque yo también me siento protegida desde que llegué aquí y amaneció el día 20).
Para el quechua todo en la naturaleza tiene vida propia: la tierra, el agua, la lluvia, los cerros, la luna, el sol, las estrellas,..y en función de esta idea establece su día a día, aunque a veces el progreso le haga caer en ciertas incongruencias.

El sábado por la mañana ya tuve contacto con el centro en el que se trabaja aquí y los niños con los que voy a compartir mi tiempo, pero esto merece un capítulo aparte que pronto llegará.
Ahora, ya que la exigencia de fotos es cada vez mayor, voy a enseñaros las vistas que tomé el sábado por la tarde en mi paseo de reconocimiento del terreno.
Plaza principal de Checacupe

Hay dos puentes. Esta foto está tomada desde
 el segundo. En la esquina superior
izquierda se pueden ver los campesinos
volviendo del trabajo


Este es el segundo puente

Por la puertecita gris puedo salir directamente
al río 
Casi todas las casas están construidas de adobe
El Ausangate
El río Vilcanota. Al fondo la cima más alta es el Ausangate
Según la mitología Inca de esta montaña nace la energía
masculina que fertiliza la Pachamama (la Tierra)

El ATARDECER es uno de los momentos más bonitos del día

lunes, 22 de julio de 2013

Viaje a Checacupe

El 19 de julio por la tarde emprendí el viaje a Checacupe. A las seis de la tarde, cuando empezaba el atardecer me subí a un autobús con mi mochila y una maleta pequeña que el coopiloto tiró sin muchos miramientos al maletero mientras yo misma tuve que sujetar el portón para que no le cayera en la cabeza. Me dijo que si me montaba tendría que ir “paradita”, lo que en español del nuestro significa simple y llanamente de pie.
Como era tarde y anochece con rapidez no pude ponerle pegas, además no tenía ninguna seguridad de que en el siguiente hubiera más espacio. Así pues me adentré con una mezcla de valentía y curiosidad en ese transporte público peruano que admite cuantas personas puedan hacerse sitio en los asientos, en los pasillos y en el espacio que debería estar reservado al conductor y a su ayudante.
El trayecto de Urcos a Checacupe está lleno de curvas; podía ver desde mi posición la doble línea amarilla que separa los dos carriles de la carretera que aquí, al contrario que en España, parece que significa que tienes que pitar a los demás para avisarles de que estás adelantándolos aunque haya una curva a la derecha y no se vea nada. También aprendí que eso de tocar el claxon también es un aviso a los de dentro para que nos agarráramos a lo que pudiéramos.

Pero aparte de estas breves indicaciones de “educación vial peruana” me dediqué a mirar lo que podía del paisaje. 
La salida de Urcos y casi todo el recorrido sigue paralelo al curso del río Urubamba (en quechua "meseta de arañas"), de modo que el río es el protagonista del paisaje, con permiso -por supuesto-, de las montañas que aquí son las reinas de todo el entorno.
Desde mi posición solo podía ver parte de la carretera y la línea sinuosa del río; además pronto empezó a anochecer y los contornos del exterior del autobús iban desapareciendo rápidamente. Afortunadamente la luna estaba casi llena y el agua parecía una estela plateada que era lo único que parecía existir fuera de ese autobús abarrotado de gente en el que me había subido.
Cuando fuera se hizo la oscuridad total el único mundo que me quedó por observar era el de dentro. Una hilera de manos se agarraba como la mía a lo que sólo debería servir para llevar algunos bultos por encima de las ventanillas, pero la mía destacaba entre aquellas morenas, curtidas y algo o bastante sucias que se alineaban sin que yo pudiera ver hasta dónde llegaban. De vez en cuando el autobús se paraba y aún subían más personas, desafiando las leyes de la física y del espacio. Sólo se oían de vez en cuando algunas palabras en quechua que yo no podía entender. Una de las cosas que me impresionaba era que, a pesar de la luz mortecina que había en el interior, no había colores. Una gama de grises y marrones era todo lo que se veía, no sólo en las ropas, sino también en los rostros.
En aquel momento y en ese viaje tuve la impresión de que me estaba alejando más que nunca de mi mundo, de lo conocido y de todo lo que yo podía controlar, dirigiéndome completamente sola a lo más parecido al fin del mundo.
Cuando por fin llegué y oí el nombre del lugar al que me dirigía, no fue fácil cruzar ese pasillo que seguía abarrotado y saltar del autobús a un "paradero" oscuro que se parecía mucho a esos pueblos del oeste que veíamos en las películas como pueblos fantasmas donde unas pocas personas dormitaban sentadas en la acera y miraban esa mujer extraña que se había bajado como por equivocación. Tuve que recordarle al muchacho que mi maleta estaba dentro del maletero y con la misma desgana que la había metido dentro tiró de ella y la dejó en el suelo mientras saltaba al autobús que ya había empezado a moverse.
Cuando me quedé allí miré a mi alrededor y no había nadie esperándome, vi a un chico y le pregunté por dónde se iba a "la casa de las hermanas" y me indicó con la mano una dirección, así que me puse en marcha con una determinación que me sorprendió a mí misma. 
Por fin había llegado al lugar al que me dirigía desde que salí de mi casa hacía ya dieciséis días, pero la oscuridad me impedía ver dónde estaba, aún así continué caminando como si supiera con toda seguridad adónde iba.

Cusco / Cuzco

Es la capital histórica de Perú, fue la capital del imperio Inca y es patrimonio de la humanidad desde 1983 y se la conoce como "La Roma de América" por la cantidad de monumentos que atesora.
Plaza de Armas
Está a una hora de Urcos (o menos, si te montas en un coche cuyo conductor no conoce las normas de adelantamiento ni circulación) y se llega a ella por una carretera siempre rodeada de montañas; en algunas de ellas se adivina un poco de nieve en sus cumbres. Normalmente son montañas despobladas pero con un atractivo especial porque parece que hubieran sido modeladas más que esculpidas con un color especial como si fueran de barro humedecido pero iluminado por el sol (de esto no hay fotos pues estaba demasiado ocupada también frenando desde mi asiento).
Cuzco se asienta en un valle, el del río Huatanay y, por tanto, está rodeada de montañas; a medida que la ciudad ha ido creciendo, la población ha ido asentándose ascendiendo por esas montañas, de modo que, cuando empieza a anochecer un sinfín de lucecitas rodean la ciudad como si fuera un belén gigante y ofrecen un espectáculo precioso.

Esta ciudad fue el objetivo principal de los conquistadores españoles desde que llegaron al territorio de Perú, y aunque los Incas se resistieron, Francisco Pizarro la "refundo" estableciendo como Plaza de Armas la que aún hoy es llamada así y que es una plaza espectacular rodeada de monumentos, con la Catedral en la parte norte y una larga hilera de soportales que recuerdan en algunos momentos a algunas ciudades castellanas.
Todas las calles y las plazas de Perú están
engalanadas para celebrar  a lo grande el día
nacional del Perú a últimos de Julio
Pues allá fuimos el pasado miércoles Rosario, Cristina, Aurora (las Siervas de San José que se han convertido en mis hadas madrinas en Urcos) y yo para que una servidora conociera la ciudad  .
Hacer un poco de turismo es siempre aconsejable y aunque a mi llegada vi Cuzco desde el avión (sigo sin explicarme cómo cabe un aeropuerto entre tanta montaña), no había tenido la oportunidad de pasear por sus calles de épocas precolombinas, admirar sus construcciones coloniales; ascender por la Avenida del Sol y, sobre todo, recrearme con esa plaza que desde que llegué a Perú he visto retratada por todas partes.



Aunque el día estaba frío y el cielo gris no acompaña mucho, he decidido que veáis estas fotos. Aún tengo que volver a Cuzco y recorrer sus calles y sentarme en un banco de esa impresionante Plaza, pero os dejo unas imágenes que sirvan de aperitivo para esa próxima visita que será más detenida y detallada.
El Coricancha (fue el Santuario más importante
del Imperio Inca)y el convento de
Santo Domingo



Me he permitido poner esta foto aunque no sea mía para ilustrar lo que os decía. Daremos otro paseo por Cusco