domingo, 25 de agosto de 2013

El Santuario de Machu Pichu

Machu Pichu

El Cristo Blanco que preside la ciudad
Aprovechando la “cercanía” de este lugar sorprendente y los días que los niños han tenido de vacaciones, además de la llegada de Cristina y Esperanza, las otras dos voluntarias que llegaron el día 3, emprendimos el viaje hacia Machu Pichu la primera semana de agosto.

Cuzco desde el Cristo Blanco
Nuestro viaje partió de Cusco y desde alli empezamos a ascender hacia una de las montañas que rodean la ciudad, en la que el Cristo Blanco hace guardia día y noche. En esta zona de Perú es habitual que en muchas localidades haya un Cristo a semejanza del de Río de Janeiro (aunque no tan grande, por supuesto) y como las ciudades están rodeadas de Apus (recordad que son los espíritus protectores en forma de montañas), siempre hay una ubicación adecuada para situarlo.

Valle Sagrado
Desde allí la ciudad ofrece un panorama impresionante, con la Plaza de armas siempre protagonizando el conjunto. Nuestro guía nos dijo que el urbanismo  le da la forma de un puma, tal vez a mí me faltó la imaginación desbordante que tienen los peruanos de asociar lo que ven con formas de animales, personas,…pero no discutí lo que decía.
Allí también visitamos otros restos arqueológicos que rodean la ciudad y que siempre repiten los esquemas de ciudad sagrada con restos de edificios de piedra finamente pulimentada rodeados de terrazas cultivables en forma escalonada que aquí llaman andenes. De esta antigua ciudad llamada Saqsaywaman parte el camino inca que es el que recorría el antiguo imperio, teniendo como punto central la ciudad del Cusco y especialmente El Coricancha o Templo del Sol, y nosotras íbamos a recorrer un tramo de aquel camino que llevaba a la ciudad sagrada de Machu Pichu.
Ciudad de Pisaq




Mientras nos alejábamos de la ciudad no dejamos de ascender y después pude comprobar que ese ascenso me llevaría a contemplar una vista espectacular: un amplio valle con zonas de cultivo de tierra oscura y un río que ya no abandonaría en todo el recorrido y que tomaría un protagonismo que más adelante contaré. Entendí perfectamente que es valle fuera conocido como el Valle Sagrado de los Incas.
El único aspecto triste de aquel espectáculo fue cuando nuestro guía dijo que todas esas tierras habían pertenecido durante mucho tiempo a un solo dueño y ahora eran de cuatro personas, que controlaban toda la producción agraria del valle. No me sorprendió pues desde que llegué aquí he podido comprobar que en muchos aspectos, en esta zona se reproducen modelos feudales: latifundios, explotación de campesinos, control sobre el voto de la población,…pero tal vez estos temas formen parte de un próximo relato; ahora prosigamos con el viaje.
A partir de ahí todo fue bajada hasta llegar a la parte baja del valle Sagrado, a una población llamada Pisaq, que mostraba en las laderas de las montañas los restos de antiguas plantaciones incas en terrazas perfectamente diseñadas y allí tomamos la carretera que corría paralela al río y desde la que se podían observar las montañas que presidían el paisaje  por las que antes habíamos viajado. Y de vez en cuando un puente más o menos desvencijado nos llevaba de una a otra orilla del río Vilcanota que no sé exactamente en qué lugar cambia su nombre por el de Urubamba.
En la reserva de camélidos



De forma artesanal tiñen la lana
que obtienen de las llamas y las alpacas

Nuestro destino era Ollantaytambo, donde debíamos tomar un tren que nos llevaría a Aguas Calientes, que es el núcleo de población más cercano a Machu Pichu.
En el camino nos paramos en una reserva de camélidos, que es como se designa a las llamas, las alpacas, los guanacos y las vicuñas. Aunque es un sitio con un objetivo eminentemente turístico, sirve muy bien para comprobar las peculiaridades de estos animales y el proceso de elaboración de las lanas de alpaca, que son muy valoradas por el poder calórico que tienen, además de poder ver estos animales de cerca y tocar esa lana “en su lugar original”.
Las variedades de maíz y papas
son enormes
A medida que íbamos avanzando el valle se hacía más estrecho hasta que llegamos a Ollantaytambo donde fuimos hasta la estación de nuestro tren. Cada vez la emoción era mayor porque sentía la cercanía de ese lugar mágico que tantas veces había visto en fotografías. Este tren es el único modo de acceder a esta parte de Perú; no hay carreteras, sólo algunos caminos sin asfaltar que les sirven a los campesinos de esa zona para comunicarse con otras poblaciones.
El tren es confortable, especialmente pensado para turistas y con un precio indecentemente alto para el país. Desde mi ventanilla, siempre con mis ojos y la mente muy abiertos, iba absorbiendo y asimilando, no sin cierta dificultad, todo el espectáculo que supuso ese recorrido. Allí se hicieron también patentes mis añoranzas, mis deseos de compartir todo aquello con mis seres queridos, mi pequeñez, mi soledad.
Y en aquella soledad yo no podía dejar de admirar el impresionante espectáculo que se abría ante mis ojos.
El valle que inicialmente era amplio se hizo cada vez más angosto de modo que en ocasiones sólo había espacio para el río y para las vías del tren, que a veces se sustentaban sobre puentes de aspecto frágil, con pilares que se hundían en las aguas de ese torrente limpio de agua que parecía competir con el tren para llegar antes que nosotros al pie del Santuario.
La mirada tenía que subir muy arriba para poder ver el cielo porque el tren se abría paso como un largo insecto azul por las curvas interminables que serpenteaban entre la sucesión de montañas que forman el angosto camino; tan sinuosas eran que muchas veces podía observar una gran parte del tren en el que viajaba, a pesar de que sólo tenía tres vagones.
El curso del río estaba salpicado de enormes piedras que parecían seres prehistóricos medio sumergidos en el agua y, al mirar hacia arriba  podía comprender la razón geológica de esas grandes moles, pues las montañas mostraban unas grandes heridas, testimonios del material desprendido que ahora yacía en el lecho del río.

Las llegada a Aguas Calientes
fue al anochecer
También la vegetación fue cambiando: de laderas casi yermas pasamos a una vegetación exuberante, casi selvática, con árboles que no conseguía reconocer pero tan húmedos que alojaban otras plantas en sus ramas y troncos. Y vuelvo a pensar en lo bien que le viene a este lugar el nombre de Valle Sagrado.
Nunca hubiera imaginado
ver campanillas blancas aquí

 Así, sumida en mis reflexiones e hipnotizada por el paisaje, llegamos hasta la población de Aguas Calientes que es el único lugar habitado de la zona y paso obligado para emprender la última fase del camino que nos llevaría hasta el Santuario de Machu Pichu.
La mañana siguiente, a las cuatro de la mañana ya estábamos preparadas para tomar el autobús y hacer la última etapa de este viaje.
Parte de la carretera que sube a Machu Pichu


La carretera es continuamente ascendente pues debíamos subir desde el fondo del valle hasta una gran altura. La forma de esta carretera es impresionante: tramos más o menos rectos y curvas de casi ciento ochenta grados, de forma que desde mi posición en el autobús, unas veces estaba viendo el valle y otras la ladera de la montaña. Y durante el trayecto empezó a amanecer. Al principio sólo se veían en la carretera unas luces móviles que pertenecían a las linternas de algunas personas que estaban haciendo el ascenso a pie, pero a medida que la luz avanzaba, empezaron primero a recortarse en el cielo las siluetas de las montañas y después fueron apareciendo los colores: el paisaje era impresionante y anticipaba lo que íbamos a encontrar al final de nuestro camino.
¡¡¡Por fin, ahí está!!!!
Una pequeña explanada, donde por fin bajamos del autobús, conduce a la entrada del santuario y entonces empieza el camino a pie. Ese corto paseo es impresionante: desde lejos se reconoce la imagen del pico que preside la ciudadela que todos hemos visto en fotografías y es detrás de un recodo del camino cuando aparece esa imagen tantas veces repetida pero que impacta de una forma especial y por unos instantes me dejó sin respiración.
Y entonces empezó a salir el sol. El santuario es un observatorio astronómico, de modo que unos lugares muy determinados son testigos del solsticio de invierno (aquí en junio) y del de verano (en diciembre), pero este día el sol salió tímidamente entre las nubes, aunque eso no le restó nada de magia al momento. Y paseando entre las construcciones, todo resulta impresionante. Yo me debatía entre hacer fotos para intentar atrapar lo que allí veía, o sentarme en silencio y contemplar y dejarme llevar por el encanto de ese lugar único.
Amaneciendo en Machu Pichu
Nunca vivió allí la gente llana del pueblo: la perfección de las edificaciones demuestra que aquella ciudad no se construyó para que gentes normales la habitaran (hoy en día aún se sigue construyendo por toda esta zona con adobes hechos a mano), sino que era un centro de investigación y experimentación. Los incas más relevantes: sacerdotes, astrónomos, agrónomos vivieron y estudiaron allí.




Construyeron aprovechando la ladera de las montañas terrazas escalonadas con las que conseguían reproducir distintos ambientes climáticos: más secos y expuestos al sol y al viento en la parte alta y más húmedos y resguardados en la parte baja. Y así lograron modificar genéticamente algunas semillas y plantas y conseguir cultivos nuevos, más resistentes a las plagas, mejorando los resultados y la producción.


Todos los rincones de Machu Pichu son especiales; en todos ellos mi imaginación volaba y me transportaba a otra época en que unos hombres intentaron dominar la naturaleza y actuar sobre ella prediciendo con exactitud el paso de las estaciones, los movimientos solares, ampliando sus conocimientos agrícolas, controlando el flujo del agua por toda la ciudad, y que un día desaparecieron y dejaron el lugar desierto para que siglos después, en 1911 Hiran Bincham lo descubriera oculto entre la vegetación y las personas afortunadas que logramos llegar a este lugar mágico  podamos soñar despiertos.
Os mando algunas de la muchas fotos que tomé para compartir con vosotros esta maravilla del mundo.

















 
  






¡¡¡Hasta la próxima!!!

10 comentarios:

  1. José Carlos Cabrera26 de agosto de 2013, 0:23

    Impresionante el relato Josefina, que envidia mas sana me ha dado al ver la ciudad y los maravillosos paisajes que desde la misma se pueden observar, gracias por compartir con todos nosotros tus experiencias, un saludo y espero que sigas disfrutando a la vez que ayudas a los habitantes de los andes en su día a día.

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  2. ¡¡Vaaaaya!!Hace muy poquito vi un reportaje sobre el Machupichu (por cierto, no sabes lo que me acordé de ti) y no me causó tanta impresión como la que me ha causado ahora leyendo tu relato. Eres, eres....bueno, ya sabes lo que eres. Besazo gordo y abrazo.......ya sabes.

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  3. Pepa, como dicen José Carlos y Elena, se queda uno sin palabras o en todo caso, como decía aquél en dos palabras: im-presionante.
    El viaje no debe ser nada fácil, pero el resultado final hace olvidar todo. Veo la foto por donde dice que sube el autobús al Machu Pichu y es que me muero.
    Vaya experiencia para escribir tan bien como lo hace y para contar d emuchas maneras. Besos de unos primos sin "ujos"

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  4. Que relato más bonito y que fotos más impresionantes!!!! Que envidia me das... Eres mi ídolo, te lo he dicho alguna vez? A ver si puedes hablarme que sepamos cuando pones los pies en Madrid. Un besazo enorme! Muuuuuaaaaaak

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  5. hola guapa el relato es precioso ,,,cada dia te superas..... ya estas en la cuenta atras estamos deseando verte ¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡ besitosssssssssssss

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  6. Hola guapa con la ayuda de la profe Lina entro en tus relatos preciosos, que buena labor etas haciendo, te queremos y deseamos verte pronto besos.

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  7. Wow, Josephine! ;) Amazing!!! ;) Un hermoso relato y unas fotos espectaculares. Besos!

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  8. Qué ganas de verte y oirte contar esta experiencia. Si leerlo gusta oirtelo debe ser impresionante

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  9. Mira que te lo pedí veces, ¿recuerdas? Cuando llegues a Machu Pichu, acuérdate de mí, hazte muchas fotos, tiene que ser algo que te deje sin palabras...

    Pues así me he quedado yo. Sin palabras. No se puede relatar mejor lo que tus ojos han visto y tu corazón ha sentido.
    Ya mismo me lo contarás en persona. Disfruta todo lo que puedas y te mereces. Un beso. Marina.
    ahhh, tú estás genial!!! Muy guapa.

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  10. Hola Josefina una buena leccion nos estas dando con tu generosidad esa esperiencia quedara para siempre un beoooooooooooooo antonio

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