Checacupe está a casi tres mil quinientos metros sobre el nivel del mar
y eso se nota en muchos aspectos de la vida cotidiana, especialmente si llegas
aquí, como yo, desde una zona del hemisferio norte sin grandes elevaciones
(¡Ojo, con esto no quiero menospreciar nuestra sierra de Cazorla!).
Cuando salí de España acababa prácticamente de empezar el verano, pues
este año se demoró bastante. El día que salí de Madrid se alcanzaron los 42
grados y al llegar a Lima por la noche el termómetro marcó tres grados: me
acababa de sumergir, de golpe, en el invierno peruano.
Cuando enseñaba a los niños los meses y las estaciones del año en
inglés, ellos me enseñaban a mí cómo se distribuyen éstas en esta zona. El
solsticio de Invierno es en el mes
de Junio, por tanto esta estación se prolonga los dos meses siguientes: Julio y
Agosto. En Septiembre empieza la Primavera
y llega hasta Noviembre (estos días están empezando a florecer los pocos
árboles frutales que a estas alturas subsisten a duras penas). Diciembre, Enero
y Febrero son Verano (estos dos
últimos meses son las vacaciones escolares) y Marzo, Abril y Mayo es Otoño y se caen las hojas de los
árboles (donde los haya). De todas formas, el año se divide en dos épocas:
época de heladas (cuando yo llegué) y época de lluvias.
Esta semana, de todas formas, han vuelto a bajar las temperaturas y
después de dos días nublado y lloviendo, al despejarse las nubes entendí la
causa de tanto frío: los cerros más altos que rodean esta zona, especialmente
el Ausangate, aparecieron completamente nevados.
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Manos de niños |

Esto no es extraño pues yo, que lavo las mías con frecuencia, tengo agua caliente y crema, también he visto en estas semanas cómo han aparecido grietas y la piel se ha deteriorado de forma visible. Ellos además trabajan en “la chacra” colaborando con sus padres en las labores del campo y eso no les ayuda en absoluto a tener una piel y uñas cuidadas.
Los niños están acostumbrados a jugar en la calle, con piedras y
tierra, con los animales y muchos de ellos lavan su propia ropa a mano y con
agua fría. Son inquietos, alegres, incansables; lo cual tiene mucho mérito pues
otro de los efectos de vivir a esta altura es la falta de oxígeno. Cualquier
esfuerzo tan simple como ducharse y secarse enérgicamente, atarse los cordones
de las zapatillas, realizar movimientos rápidos,…te recuerda a la altura a la
que estás. Cada día subir la cuesta que hay para salir de casa es un ejercicio
difícil: no puedes subir y hablar o reír al mismo tiempo: sólo una cosa cada
vez. El día que subí a Ocongate, (a unos 4.200 metros) mientras nos explicaban
algunas cosas desde la cima de una de las montañas sentí frío y fui a por mi
abrigo hasta la camioneta; corrí unos doscientos metros porque no quería
perderme lo que Lucho estaba contando: cuando volví, perecía un pez fuera del
agua.
A veces incluso no hace falta
hacer ningún esfuerzo especial: de pronto, el corazón se acelera, y los
pulmones se expanden por su cuenta como intentando recoger todo el oxígeno a su
alrededor.
Algo muy curioso que he observado aquí es que nadie fuma. Sólo en Cuzco
he visto personas fumando y siempre se trataba de turistas. Parece increíble
que en el continente originario de la planta del tabaco tenga tan pocos adeptos
a este hábito. Pero sí he podido ver que muchas personas, tanto hombres como
mujeres, van por la calle con una de sus mejillas abultadas. Se trata de una
bola de hojas de coca que “rumían” y guardan en la boca y que va liberando la
sustancia que, parece ser según dicen, les permite en parte trabajar tan
duramente como lo hacen sin sufrir los síntomas de los que antes hablaba. Pero,
al saludar de cerca o hablar con estas personas, en seguida se hacen patentes
los efectos de este hábito en los dientes, pues están manchados, oscuros,
dañados o, simplemente, ya no están.
Otra cosa curiosa es que el agua hierve a unos 70 grados. Esto influye
también en la elaboración de las comidas.
Intentar impresionar a las Hermanas haciendo un bizcocho o una tortilla de patatas puede resultar un fracaso culinario, así que me mantengo alejada de los fogones y colaboro en tareas menos creativas como fregar y secar los platos.
Intentar impresionar a las Hermanas haciendo un bizcocho o una tortilla de patatas puede resultar un fracaso culinario, así que me mantengo alejada de los fogones y colaboro en tareas menos creativas como fregar y secar los platos.
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Mi vista favorita desde la casa |
La vegetación también es diferente; a estas alturas casi no hay
árboles; en algunas zonas hay agrupaciones de eucaliptos que se deben a la
forestación que se hizo hace más de cuarenta años, cuando no se sabía, como
ya dije en mi viaje a Ocongate, lo perjudiciales que pueden ser para el suelo
sobre el que se asientan. Pero sí es verdad que se aclimataron muy bien a este
clima, son resistentes y sirven para los tejados de las casas y para cocinar.
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La primavera se abre paso |
Con muchos cuidados algunos árboles frutales sí que hay: melocotoneros
(duraznos), manzanos y no mucho más.
Para conseguir algo de verduras hay
“fitotoldos” que es como llaman aquí a los invernaderos.
Hay infinidad de
variedades de papas y de maíz, pero a partir de los cuatro mil metros ya no se
cría casi nada; las cosechas de patatas corren el riesgo de helarse bajo la
tierra, de modo que unas plantas parecidas al esparto, llamadas ichu son la base principal para cubrir
los tejados y las reinas de las alturas.
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Este fitotoldo aporta algunas verduras de las que se consumen en el comedor |
Ichu para los tejados |
Pero vivir aquí también supone convivir con una serie de supersticiones y creencias ancestrales que aún perviven en las zonas andinas de montaña.
A principios de agosto se empieza a preparar la tierra para la siembra de las nuevas cosechas. El día uno tuve la suerte de asistir a una ceremonia muy importante aquí: La Pachamama o el pago a la tierra.
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Ceremonia simbólica de la Pachamama |
Tal y como contaba de la casa de Ccatcca que fuimos a ver, este tipo de
aprovechamiento de los recursos no es nuevo; lo que sucede es que en los
últimos años nos hemos alejado de esa forma de vida que entendían perfectamente
nuestros abuelos. Tal vez ahora estemos en un buen momento para una elegante austeridad, entendida ésta no
como carecer de lo necesario, sino como aprender a prescindir de lo superfluo.
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Nieve caída en agosto sobre el Ausangate |
¡¡Ay "señorita gringa",que vamos a tener que darte masajitos con cremita Nivea, en esas manos "estrozaitas", en cuanto vengas.
ResponderEliminarhola guapa ,estamos feli y yo ,en mi casa te deseamos que lo poco que te queda lo disfrutes hasta el final un beso gordo de las dos
ResponderEliminar¿Que lastima manos de niños?curtidas por el frió el trabajo ,poca higiene ,aunque los niños son niños en cualquier lugar,no todos tienen cubierta las mas mínimas necesidades ni atenciones,estoy segura que el tiempo que as estado allí habrás sabido recompensarlos dentro de las posibilidades que ayas podido tener. Muchísimo besos cuídate.Marieta
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