sábado, 31 de agosto de 2013

Puno y el Lago Titicaca


 
El sábado los niños vienen al centro de nueve a doce de la mañana, así que esa tarde y todo el domingo estoy más o menos libre. Hace tres semanas Esperanza y Cristina propusieron una “locura” para aprovechar ese tiempo. Yo, que ya tengo una edad, me resistí al principio pero afortunadamente ellas insistieron lo suficiente para que yo me animara a acompañarlas.
Nuestra línea de autobuses
Formando frontera con Bolivia se encuentra el lago Titicaca, que es el lago navegable a más altura del mundo a 3.856 metros sobre el nivel del mar. Con una extensión de 8.200 kilómetros cuadrados, más de la mitad pertenece a Perú; tiene un perímetro de 1.150 kilómetros y alberga más de 50 islas.
Pues bien, la “locura” consistía en viajar la tarde del sábado hasta el lago, visitarlo durante el domingo por la mañana  y volvernos después a Checacupe desandando el camino del día anterior.
Paisajes del altiplano 



Para llegar al Titicaca hay que coger un autobús a Sicuani que está a una hora de Checacupe, una vez allí hay que tomar otro que, en sólo cinco horas más, está en Puno, ciudad situada en sus orillas con un importante puerto lacustre. Así que antes de las dos de la tarde estábamos en camino hacia ese famoso lago.

Nos acomodamos en la parte trasera del bus y yo me senté en un extremo dispuesta a volver a disfrutar del paisaje que me deparaba el trayecto. Fui incapaz de dormir en todo el tiempo pues me parecía una pérdida de tiempo hacerlo mientras una sucesión de cartas postales desfilaban por mi ventanilla durante las cinco horas que duró nuestro viaje.

Sumergida como estoy de pleno en los Andes, todos los trayectos están protagonizados por las montañas; unas veces las veo desde abajo como sucedió al llegar al Valle Sagrado, otras voy ascendiendo como cuando he visitado las comunidades altas y en esta ocasión no iba a ser menos. El lago está a más de 3.800 metros sobre el nivel del mar, así que el viaje fue todo de subida, aunque, una vez en la parte alta, la carretera discurre por una planicie muy amplia; a veces el  trazado del camino era recto durante bastante tiempo; estábamos en el altiplano andino. Eso no quiere decir que no hubiera montañas: las había y eran majestuosas y en ocasiones cubiertas de nieve. El trazado de las vías del tren seguía nuestro mismo camino, y el tendido eléctrico también (esto lo digo porque las fotos fueron desde el autobús en movimiento y a veces se ven los cables).
Praderas interminables de ichu

De vez en cuando unas casa con aspecto de granja, ganado, pequeñas poblaciones que uno se pregunta qué hacen allí  y poco más. Nada de vegetación y apenas algunos cultivos. Sólo la llanura y las montañas y yo, como siempre observando desde mi ventanilla e intentando asimilar y retener esos paisajes en mi memoria.



Cuando por fin llegamos a Puno, en la misma estación de autobuses contratamos la excursión para la mañana siguiente a la isla de los Uros, que fue todo un descubrimiento para mí pues no recuerdo nunca haber oído hablar de ellos.
Catedral y Plaza de Armas
Puno "la nuit"
La ciudad de Puno no tiene gran interés. Tal vez es la ignorancia lo que me hace ser tan atrevida en mi juicio pues no estuve mucho tiempo, pero esa fue mi impresión: visitamos el centro y la Plaza de Armas (a estas alturas ya habréis deducido que todas las plazas principales de las ciudades peruanas se llaman así) por la noche y a la mañana siguiente temprano y después nos embarcamos en una lancha turística que nos llevó a navegar por el famoso lago hasta nuestro objetivo.
Lago y primeras plantas de totora

Entrada a las islas de los Uros



En esa parte del Titicaca, la profundidad no supera los dos metros y medio y lo más característico es que una planta parecida a nuestros juncos crece en abundancia sobresaliendo por encima del nivel del agua. Esta planta se llama “totora” y es la base de la vida de los Uros, además del sustento de muchas aves acuáticas.
. Parece ser que este pueblo indígena, -una de las civilizaciones andinas más antiguas-, vivía en las orillas del lago en lo que hoy es la parte boliviana. Fue hostigado allá y tuvo que huir llegando a esta zona poco profunda del lago; decidieron aprovechar la densidad de totora que allí hay para construirse unas islas flotantes artificiales y vivir a salvo de los ataques de otros pueblos. Llevan cientos de años con esta forma de vida; hay más de cincuenta islas y son hábiles pescadores y constructores de embarcaciones de totora. Son artesanos, así que muchas de sus islas viven del turismo y la venta de sus productos.
Cuando llegamos a una de las islas, nos recibió la presidenta de la comunidad y con ayuda del guía (ellos hablan como primera lengua Aymara) fuimos aprendiendo de una forma muy didáctica cómo construyen sus islas. Imitando las raíces de la totora, forman unas estructuras de raíces como cubos, que anclan al fondo del lago pero que se mantienen flotando, pues suele haber oleaje durante las tormentas y cambios en el nivel del agua. Después van añadiendo capas y capas de totora hasta formar un suelo lo suficientemente consistente como para poder vivir sobre él y espeso como para poder estar aislados de la humedad. Sobre este suelo se elevan un poco más y asientan sus casas, como no, hechas de totora. En esta ocasión sí que las imágenes podrán dar una idea más precisa de todo lo que estoy contando.

Esta es la base de la construcción
de las islas






















En la isla que visitamos vivían ocho familias, según nos dijo Yéssica quien nos invitó a pasar a su casa. Una pequeña placa solar por cada vivienda les provee de la energía suficiente para tener una luz, una televisión y una radio. Una sola estancia de pocos metros con una cama y una estera enrollada a un lado que durante el día sirve de asiento y por la noche se convierte en otra cama.









 Me encantó hablar con esta mujer y contestó amablemente a todas las dudas que le planteé. ¿Y el baño? A cinco minutos en barca, en una superficie hecha de raíces de totora, adonde siempre tenía que ir acompañada de otra persona, normalmente su esposo.





La comida la hacen en sus cocinas de leña, sólo tenía que apartar la totora haciendo un hoyo y llegar a la parte húmeda para evitar posibles incendios. Mantener la isla supone un trabajo continuo de reposición de ramitas, y, según explicó, una isla no dura más de quince años, pasado ese tiempo deben construir una nueva. Los niños aprenden a nadar muy pronto pues los accidentes por caídas al lago pueden ser muy frecuentes en una extensión tan pequeña. Me contó que solo salía de allí los domingos, que iba al mercado de Puno a surtirse de todo lo necesario ya que la isla no produce absolutamente nada. Su fuente de ingresos es la artesanía  y el pescado. La vida no era fácil porque durante el día el calor puede ser agobiante y por la noche hace mucho frío, pero me aseguró que era feliz allí y no quería vivir en ninguna otra parte. Sus dos hijos, como todos los niños de las restantes islas iban al colegio a Puno y me dijo, no sin cierta melancolía, que los jóvenes ya no quieren vivir allí y en cuanto tienen la oportunidad se van a otra parte.
Las mujeres no son tejedoras
pero sí bordadoras







Salimos de la isla en otra de las atracciones que hay allí. Sus embarcaciones de totora son muy llamativas, no tienen motor; dos personas hacen que se desplacen suavemente sobre la superficie del lago solo con sus remos, resultando un paseo muy agradable y tranquilo.
Una vez acabada nuestra visita a los Uros, volvimos al puerto y de allí, de nuevo a las seis horas de autobuses, que nos condujeron de regreso a la que durante este tiempo es nuestra casa, dándome el viaje de vuelta la ocasión de volver a disfrutar del altiplano y de una espectacular puesta de sol.




Con nuestra remadora






















9 comentarios:

  1. Es una prueba para comprobar si soy capaz.

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  2. Porque estás en las fotos, sino pensaría que es un reportaje turistico, que manera de vivir tan...tranquila?, con paz?, sin prisas?, un poco de todo. De esta experiencia al lago me ha gustado todo. Un beso Toñi R.

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  3. ¡¡Jo niña, que experiencia!!. ¡¡Que limpieza de pulmones vas a traer!! Creo que te estás renovando física y mentalmente. Yo supongo que después de esa experiencia se valorará mucho más lo que uno tiene y ver la cantidad de cosas inútiles que nos rodean. Besazo.

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  4. No me había asomado a este balcón desde hace mucho.Pero ahora me lo he leído todo de un tirón. Enganchas.Tu relato produce una sensación mixta. Me gustaría vivir tus experiencias, pero al mismo tiempo, sé que ya no podría.Disfruta lo que te queda y recuerda que aquí también tenemos ganas de verte "señorita gringa". Un abrazo. Ana Villar

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  5. Impresiona la belleza de las imágenes y la dulzura de cómo las describes. Te echamos de menos. Mariola

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  6. Hola Pepa. Esto lo tienes que publicar con esas fotostan impresionantes y tanto corazón en esos relatos. Besos de unos primos, sin "ujos"

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  7. Impresionante reportaje!! Seguro que muchos de los que hemos leído esto, hemos pensado: "pobrecitos,cómo viven", sin "nuestras comodidades". Pero, siendo verdad que necesitan muchas cosas que nosotros tenemos ( sanidad, educación, etc.), nos sobran otras que nos complican sin ser necesarias, ni para nosotros ni para ellos. Pienso igual que dice un comentario anterior: esto que escribes merece ser publicado, por el fondo y también por la forma. Un abrazo y empápate bien de eso, que he oído que ya te queda poco.

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  8. Hola Josefina,acabo de llegar de las vacaciones y me he enganchado con tus relatos,se ve todo tan bonito y tu como lo expones aunque la realidad debe de ser cruda,veo que lo vives y lo disfrutas, siempre con tu sonrisa y prestándote a todo,mi interrogante es"cuanto te van y vas a echar de menos".un abrazo muy fuerte,cuídate .Marieta

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