martes, 17 de septiembre de 2013

De Los Andes a Cazorla

Ya estoy en Lima.
Primerísima etapa
Despedida de Tupac Amaru II
Ayer por la mañana salí de Checacupe. Un mototaxi me llevó al paradero donde tomé un autobús como el que me había llevado allí la primera vez pero en esta ocasión era de día. Además ya conocía el camino porque lo he hecho varias veces durante este tiempo y no estaba dispuesta a ir “paradita” ya que dos horas de pie en un bus de estos, con las curvas que hay, tal y como conducen por aquí y con la cantidad de personas que se suben y van todo el camino en el pasillo, no era forma de empezar mi viaje de regreso. Así es que subí en uno cuyo conductor gritaba: ¡al fondo, al fondo hay muchos asientos! Muchos eran dos, pero lo suficiente. En este tiempo he aprendido que no puedes ser educado y dejar que suban antes que tú, nadie lo hace porque puede suponer la diferencia entre hacer un viaje regular o uno pésimo. Eso sí, durante esos trayectos en los que me tocó ir de pie he ejercitado mi equilibrio y mis rodillas y creo que, después de este entrenamiento ahora sí estaría en condiciones de intentar esquiar y hacer un buen slalom en Sierra Nevada.
Despegue del Cuzco
La llegada a Cuzco a media mañana me permitió volver a disfrutar de esa ciudad que tanto me ha gustado, paseando sola por ella como si fuera ya medio cuzqueña. Y por la tarde María y Lourdes, me invitaron a una picantería, que es un restaurante peruano, apartado de las rutas turísticas,  donde pasamos una tarde-noche fenomenal, arreglando el mundo y riendo.

Esta mañana bien temprano me fui para el aeropuerto. Desde mi asiento, en la parte de atrás del taxi, no dejaba de observar esas calles que ya me eran familiares y de las que me estaba despidiendo tal vez para siempre. Estos últimos días han sido de despedidas y abrazos y siempre con la misma pregunta: ¿Cuándo vas a regresar? Mi respuesta casi siempre ha sido la misma: “Ahora os toca a vosotros ir a verme a mí”, aunque yo sabía que, por muy difícil que yo vea mi vuelta por estas montañas, más difícil es que quien me lo preguntaba alguna vez tenga la ocasión de elevarse sobre este cielo andino y venir a España.

Al elevarse mi avión sobre el cielo del Cuzco emprendí el ascenso que me llevará de regreso a casa. Empecé a ver esas montañas que he transitado durante estos casi tres meses, desde arriba, de forma muy distinta a como las vi la primera vez.
 Los Apus protectores que he admirado todo este tiempo desde abajo como moles inmensas de roca, haciéndome sentir tan pequeña e insignificante, ahora me despedían sin que mi posición elevada sobre ellos me hiciera sentirme más grande que cuando los observaba días atrás.
Cuando llegué estas montañas me recibieron como si antes de poner mis pies en esta tierra, ya supieran que eran protagonistas y objetivo de mi viaje, iniciado miles de kilómetros atrás cerca nuestra sierra de Cazorla. Ahora me despedían, tan majestuosas como entonces pero más comunicativas.

Me hablaban de las gentes que viven en ellas, de sus tristezas y alegrías, de sus miserias y grandezas, de sus dificultades, de su cariño y amabilidad y, a veces, de la apatía y abandono a su suerte, como a un sino inamovible escrito en las estrellas de este cielo, donde la Vía láctea se hace más patente y marca ese camino estelar, que también sus ancestros recorrieron con la mirada del hombre que sabe que es pequeño pero al mismo tiempo es capaz de abarcar con sus ojos y con su cerebro toda la inmensidad del firmamento.
Lagos


La distancia entre Cuzco y Lima en avión es de una hora y media; hay autobuses -para las personas que forzosamente tienen que ir a la capital del Perú pero no cuentan con recursos para pagarse un pasaje aéreo-, que salvan esta distancia en unas veinte horas de viaje.



En ese largo recorrido y entre todas estas montañas ahora yo sabía que había pueblos pequeños, con niños que recorren largas distancias para ir a la escuela sin más alimento que un mate y una papita cocida; con ancianos que siguen yendo a la chacra con sus pies curtidos, agrietados y casi desnudos, con un arado de pie o una azada al hombro; con mujeres que llevan a pastar a sus ovejas, sus llamas o sus toros con un niño atado a sus espaldas y tal vez otro en su vientre; con hombres, que lo fueron cuando aún tenían edad de jugar como niños.
 Y también sabía que en cada uno de esos pueblos hay una pequeña iglesia o una minúscula capilla donde rezan con fervor a un dios que le trajeron los españoles y que ellos supieron integrar en sus creencias, dando lugar a veces a un sincretismo en el que reúnen todos los conceptos ancestrales con los que les aportó el catolicismo, donde sienten una verdadera adoración por la Virgen con su niño, que no es más que la perpetuación de su veneración a la madre tierra y a la fecundidad, representada desde tiempos inmemoriales en una figura femenina, más tosca que las Vírgenes de ahora, pero con  significado muy similar.
Cauce del río

Desde mi ventanilla, con la frente pegada al cristal, veía altiplanos salpicados por lagos de distintos tamaños, tan altos que, a pesar de la presencia del agua, no se veía vegetación en sus orillas. Algunos de un color turquesa que los hacía destacar sobre los demás. En otros, una línea serpenteante indicaba un camino hecho para llegar hasta ellos, tal vez para dar de beber a rebaños de alpacas o llamas porque la agricultura en esa altitud es una tarea imposible.
En los cerros más bajos sí se apreciaban heridas como raspaduras que indicaban que alguien había sembrado allí unas papas para librarse de la hambruna de estos pueblos que no tienen casi nada. En una tierra que da tan poco fruto, que deben dejarla descansar cinco o seis años para volver a sembrar en ella. Pero en un país donde existen gentes muy ricas y ex-presidentes encarcelados por corrupción y por enriquecerse con lo que debería haber ayudado al pueblo a salir de la desolación y pobreza en la que se encuentra.
Las montañas empezaron a esconderse
 bajo un manto de nubes blancas
Veía montañas peladas, sin vegetación alguna, y ahora sabía que eso significa que las personas que viven en ellas no tienen ni leña para cocinar y mucho menos para calentarse.
Una gran parte del recorrido, el cauce de un río jugueteaba entre las montañas. Aunque el cauce era amplio, sólo un hilo de agua lo recorría, dándole el aspecto de una vena como las que vemos en los dibujos del cuerpo humano donde se aprecian los músculos y las venas recorriéndolos como torrentes de vida. 
Qué curiosa me ha resultado esa asociación de imágenes, porque en realidad, el agua es portadora de vida y precisamente, el cambio climático aquí está afectando enormemente a la vida de estas personas pues, donde había nieves perpetuas, siempre había un río caudaloso que se alimentaba de ellas y ahora los ríos se van quedando en un reguero de agua que a veces no tiene ni sitio para alojar pescados ni fuerza para arrastrar las basuras que van a parar a sus orillas.



Mucho antes de llegar a Lima, por la cercanía del océano Pacífico, por su posición a nivel del mar o por no sé qué razones meteorológicas y geográficas, apareció un manto blanco de nubes espesas que parecían tragarse esas montañas, haciéndolas desaparecer de mi vista para siempre pues el resto del camino parecía como si un espeso edredón las hubiera cubierto. esta espesa capa de nubes es el origen de la “garúa” esa lluvia que no llueve pero que lo impregna todo de humedad, tan habitual en Lima, de la que recuerdo que ya hablé cuando hice este viaje en sentido inverso hace sesenta y cuatro días, que han sido cortos  aquí y largos lejos de mi casa, de mi familia, de mis amigos y de todo lo que constituye mi vida, que ahora es más preciado que nunca para mí y que, ya que estoy en el camino de vuelta, deseo reencontrar cuanto antes.
Lima, acariciada por el Pacífico, pero gris e invernal



5 comentarios:

  1. Josefina, cariño, leo en ti una mezcla de....os quiero pero os dejo aliviada....
    Creo que llegaste con una mochila llena de...."cuantas cosas tengo para dar", y te vienes con una mochila llena de...."no me caben las cosas que me han dado"....
    Como siempre tu relato me ha emocionado. Besos y hasta muy prontito.

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  2. Ni el mejor escritor del mundo podría superarte en esta bonita descripción que haces del país que durante sesenta y cuatro días te acogió,veo alegría por el regreso y ver a los tuyos y recuerdos triste por los que quizás"seguro"no volverás haber,pero lo mas importante es que tu sueño se te ha hecho realidad y que te queda el recuerdo inolvidable de esas pobres gentes que con sus alegrías tristezas y miserias te han querido, y que perduraran en tu recuerdo como en el de ellos;no pasaremos por este mundo con la grandeza de haber hecho muchas cosas sino la alegría la paz y el amor que hemos dado y tu hay te as superado,bienvenida a casa,besos nos vemos. Marieta

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  3. Enhorabuena por tu sueño cumplido! Ahora llevas una ventaja muy saludable para escalar el peldaño con el que te enfrentas en el día a día.
    Bienvenida a tu tierra. Un abrazo!

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  4. Intenso y sincero se palpa el sentimiento que pones en las descripciones de todo lo que vas viviendo.Esa forma de comunicar, es la que llega más directamente a quien te lee. Los tuyos sé que te esperan con las mismas ganas que tú. Un abrazo.

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  5. Que cerquita estás ya de casa!!!!. Ahora vuelves a la realidad de nuestro cada día, pero con un bagaje del que vas a poder echar mano cada vez que lo necesites, tienes una maleta llena de recursos para que no se te haga cuesta arriba nada nada, ya sabes que no todo el mundo puede contar con todo eso que tú te traes de allí, pero estoy segura que lo sabrás compartir con todos los que lo necesiten, pues eres capaz de eso y mucho más. Seño me tenías enganchada durante todo el curso, pero ahora te tengo en un pedestal, ¿sabes qué? Que cuando sea mayor quiero tener sólo un poco de la sabiduría que tú tienes. Un abrazo!!!!

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