lunes, 22 de julio de 2013

Viaje a Checacupe

El 19 de julio por la tarde emprendí el viaje a Checacupe. A las seis de la tarde, cuando empezaba el atardecer me subí a un autobús con mi mochila y una maleta pequeña que el coopiloto tiró sin muchos miramientos al maletero mientras yo misma tuve que sujetar el portón para que no le cayera en la cabeza. Me dijo que si me montaba tendría que ir “paradita”, lo que en español del nuestro significa simple y llanamente de pie.
Como era tarde y anochece con rapidez no pude ponerle pegas, además no tenía ninguna seguridad de que en el siguiente hubiera más espacio. Así pues me adentré con una mezcla de valentía y curiosidad en ese transporte público peruano que admite cuantas personas puedan hacerse sitio en los asientos, en los pasillos y en el espacio que debería estar reservado al conductor y a su ayudante.
El trayecto de Urcos a Checacupe está lleno de curvas; podía ver desde mi posición la doble línea amarilla que separa los dos carriles de la carretera que aquí, al contrario que en España, parece que significa que tienes que pitar a los demás para avisarles de que estás adelantándolos aunque haya una curva a la derecha y no se vea nada. También aprendí que eso de tocar el claxon también es un aviso a los de dentro para que nos agarráramos a lo que pudiéramos.

Pero aparte de estas breves indicaciones de “educación vial peruana” me dediqué a mirar lo que podía del paisaje. 
La salida de Urcos y casi todo el recorrido sigue paralelo al curso del río Urubamba (en quechua "meseta de arañas"), de modo que el río es el protagonista del paisaje, con permiso -por supuesto-, de las montañas que aquí son las reinas de todo el entorno.
Desde mi posición solo podía ver parte de la carretera y la línea sinuosa del río; además pronto empezó a anochecer y los contornos del exterior del autobús iban desapareciendo rápidamente. Afortunadamente la luna estaba casi llena y el agua parecía una estela plateada que era lo único que parecía existir fuera de ese autobús abarrotado de gente en el que me había subido.
Cuando fuera se hizo la oscuridad total el único mundo que me quedó por observar era el de dentro. Una hilera de manos se agarraba como la mía a lo que sólo debería servir para llevar algunos bultos por encima de las ventanillas, pero la mía destacaba entre aquellas morenas, curtidas y algo o bastante sucias que se alineaban sin que yo pudiera ver hasta dónde llegaban. De vez en cuando el autobús se paraba y aún subían más personas, desafiando las leyes de la física y del espacio. Sólo se oían de vez en cuando algunas palabras en quechua que yo no podía entender. Una de las cosas que me impresionaba era que, a pesar de la luz mortecina que había en el interior, no había colores. Una gama de grises y marrones era todo lo que se veía, no sólo en las ropas, sino también en los rostros.
En aquel momento y en ese viaje tuve la impresión de que me estaba alejando más que nunca de mi mundo, de lo conocido y de todo lo que yo podía controlar, dirigiéndome completamente sola a lo más parecido al fin del mundo.
Cuando por fin llegué y oí el nombre del lugar al que me dirigía, no fue fácil cruzar ese pasillo que seguía abarrotado y saltar del autobús a un "paradero" oscuro que se parecía mucho a esos pueblos del oeste que veíamos en las películas como pueblos fantasmas donde unas pocas personas dormitaban sentadas en la acera y miraban esa mujer extraña que se había bajado como por equivocación. Tuve que recordarle al muchacho que mi maleta estaba dentro del maletero y con la misma desgana que la había metido dentro tiró de ella y la dejó en el suelo mientras saltaba al autobús que ya había empezado a moverse.
Cuando me quedé allí miré a mi alrededor y no había nadie esperándome, vi a un chico y le pregunté por dónde se iba a "la casa de las hermanas" y me indicó con la mano una dirección, así que me puse en marcha con una determinación que me sorprendió a mí misma. 
Por fin había llegado al lugar al que me dirigía desde que salí de mi casa hacía ya dieciséis días, pero la oscuridad me impedía ver dónde estaba, aún así continué caminando como si supiera con toda seguridad adónde iba.

5 comentarios:

  1. ¡Que relato tan bonito! Me parece estar leyendo una novela de Stieg Larsson.
    Me tienes enganchada, todos los días miro un par de veces la página por si has escrito algo.
    Lo dicho, a la vuelta tienes que escribir sobre tu viaje. Besitos.

    ResponderEliminar
  2. Este viaje a Checacupe desde Urcos ha debido de ser toda una aventura para tí. Creemos que ese autobús que tú describes sólo aparece en los documentales o las noticias de los telediarios, pero es algo diario y típico de allí.Ya lo has vivido, y sobre todo ya has llegado. ha habido un momento de tu narración, en que creía que no podrías bajar del autobús... y sobre todo me sobrecoge esa determinación tuya... "como si supieras con toda seguridad a dónde ibas..."

    Un beso. Sabes que te sigo cada día. Cuídate mucho. Marina.

    ResponderEliminar
  3. JESUS , HIJA!! QUE SUSTO Y QUE AGOBIO DE AUTOBUS.....CREO QUE LO DESCRIBES TAL Y COMO ES,PERO TAN BIEN , QUE HE TENIDO QUE SALIR A RESPIRAR UN POCO....!!!.
    ES BROMA..
    ASI QUE YA EN TU SITIO, A VER SI TE QUEDAS UNOS DIICAS SIN MOVERTE QUE YA ESTÁ BIEN ,BUENO TIENES QUE IR A MACHU PICHU QUE NO LO CONOCEMOS, Y MIENTRAS TANTO SIGUE ESCRIBIENDO DE ESA FORMA TAN DESCRIPTIVA PARA QUE SIGAMOS VIVIENDO CONTIGO
    UN BESO.MATI

    ResponderEliminar
  4. HOLA josefina ME ALEGRO QUE YA ESTÉS EN TU DESTINO,PERO QUE ANGUSTIA HE SENTIDO CONFORME IBA LEYENDO TU EXPERIENCIA EN EL AUTOBÚS,PARECÍA QUE ERA YO LA QUE VIAJABA EN EL,YO NO SOY NI TAN VALIENTE NI DECIDIDA COMO TU,ES DE ADMIRAR QUE EXISTAN PERSONAS QUE PONGAN SU VIDA AL SERVICIO DE LOS DEMÁS SIN IMPORTARLE EL PELIGRO QUE ESTÁN EXPUESTOS.
    MUCHOS BESOS Y COMO SIEMPRE CUÍDATE. MARIETA


    ResponderEliminar
  5. PRECIOSO COMENTARIO Y PRECIOSA AUNQUE "PELIGROSO" trayecto en el bus... jajajaj
    te mando un beso enorme esperando que lo recibas pronto y una vez te digo que... ya que estás en el fin del mundo, seas todo lo feliz que te propongas y que no te acuerdes de nadieeeee de este otro lado del mundo.
    Mari Angeles

    ResponderEliminar