Ascenso a los Andes

Después de dos días en Lima emprendo de nuevo el camino para recorrer un trayecto mucho más corto pero no por ello menos interesante.

Al despegar el avión al amanecer del día seis, empezamos a atravesar esas nubes que son la causa de esa "lluvia que no llueve" que hace de Lima una ciudad con una luz brumosa y gris. Al ir ascendiendo cobra vida un cielo azul que lo ilumina todo y que entra por las ventanillas de mi avión, en el que voy, una vez más, sola con mis pensamientos y con los sentidos alerta para disfrutar de todo lo que tengo la suerte de ir encontrando en mi camino.

Al principio el avión vuela paralelo al Océano y pronto aparecen majestuosas las primeras montañas de la cordillera Andina, que se asoman orgullosas hasta la misma línea del agua. A partir de ahí todo es impresionante: elevaciones, declives, cumbres, barrancos, cimas, precipicios, depresiones, cauces,...todo un recorrido soberbio como si yo misma estuviera realizando el vuelo del Cóndor. No podía dejar de mirar hacia abajo, era como si estuviera hipnotizada por esa naturaleza grandiosa. Después desapareció el mar y todo lo ocupaba aquella cordillera impresionante. Al acercarnos a nuestro destino no podía creer que habría un lugar lo suficientemente plano como para aterrizar.

El aeropuerto de Cuzco es pequeño, pero desde que llegas Machu Pichu se hace presente en todos los carteles publicitarios...y las advertencias sobre el "soroche".


Desayuno anti-soroche
(mate de coca)



Cristina fue a recogerme, con una sonrisa y con un sencillo cartel en la mano: Josefina Bienvenida. A todos aquellos que os quedásteis preocupados por mí he de tranquilizaros pues, desde que salí, todas las bienvenidas han sido cálidas y acogedoras en extremo. Tomamos un coche y Cris me recomendó que me sentara delante y que no hablara durante el camino pues el "soroche" o mal de altura, acecha a todos aquellos que llegamos (Lima está a nivel del mar y Cuzco a 3.500 metros aproximadamente). Así llegamos a Urcos, una población no muy pequeña donde voy a colaborar en todo aquello que se me pida pues para eso he venido hasta aquí. También iré a Checacupe, pero eso será dentro de unos días.



Aurora, Cristina y Rosario, mis ángeles
de la guarda en Urcos



Aquí encontré a Rosario y a Aurora, otras mujeres adorables con una sonrisa preciosa que me han abierto sus brazos y su casa y, entre las tres se han cuidado de que mi llegada fuera lo más agradable posible. Entre sus cuidados y mis ganas de hacer cosas y ver el lugar en el que estoy, no he tenido ningún problema con el mal de altura y me he adaptado como si hubiera estado aquí desde hace tiempo.

Hoy ha habido un mercadillo en Urcos. Las campesinas venidas desde otras comunidades han llenado la Plaza de Armas de colorido con sus trajes y sus mercancias: frutas y verduras que nunca hasta ahora había visto, tejidos multicolores, bebidas en carritos, asados de carne de chancho, rocotos rellenos,  hierbas aromáticas, flores,...toda una explosión para los sentidos de colores, olores, sonidos,...entre ellos el sonido del quechua, un idioma extraño para mí del que ya he intentado aprender, con ayuda de Katty, algunas frases.



Salida de la Iglesia
tras la misa quechua





Mercadillo

 



Todo el horizonte está rodeado de
montañas





Iglesia de Urcos



En Urcos también hay poetas



Laguna de Urcos y los campesinos
tras un día de mercado